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Que ninguno que no sea un fiel de la Iglesia forma parte de la Iglesia.
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Decretamos igualmente que solamente los fieles, es decir, aquellos que fueron renovados con el Bautismo pueden ser salvos.
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Condenamos como heréticas las doctrinas que enseñan la existencia de un “bautismo de sangre” y de un “bautismo de deseo”.
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Decretamos que todos los catecismos sean expurgados de estas innovaciones o que se aclare que en forma alguna, dichos pseudo-bautismo pueden suplir el Bautismo de agua por el cual se ingresa a la Santa Iglesia Católica.
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Decretamos además, que si alguno muere sin ser bautizado, se condena al infierno.
Por San Pío X no hace dudo que fue Papa. Por Alejandro IX sí./HGL
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